Despejado el panorama político en la ciudad para los próximos cuatro años, lo cierto es que se abre cierta incógnita e incertidumbres acerca del futuro de nuestro carnaval.
Cierto es que el PSOE era el único partido político que en su programa electoral llevaba, con la creación de un Patronato, alguna medida concreta sobre el carnaval romano, inclusión que muy probablemente se debía a la estrecha vinculación de la composición local socialista con varios y buenos carnavaleros y carnavaleras, y no tanto porque el carnaval constituya hoy una de las grandes prioridades políticas, sean del color que sean.
Nos encontramos pues ante el siguiente panorama: un equipo de gobierno que no suele mostrar un gran interés por esta fiesta, no se si por cuestiones ideológicas o por sentirse incómodos en todo aquello que tenga que ver con los carnavales romanos, pues señores, no nos engañemos, las hostilidades eran obvias y evidentes por ambas partes, y el que piense lo contrario o se engaña o quiere engañarnos.
La verdad es que tampoco estamos ante nada nuevo, pues muchos podrán decir que con este gobierno ya estuvimos 12 años y el carnaval siguió adelante. Cierto, pero también hay que recordar que por entonces se constituyó la Asociación del Carnaval, la cual, no se si por el interés de la fiesta o también por encontrar en este mundo cierto bastión político desde el que hacer oposición, pero lo que está claro es que al frente de la misma había personas entusiastas dispuestas a trabajar por y para el carnaval, y si me apuran a dejarse el pellejo, equivocados o no, por la fiesta. Ni que decir tiene recordar que esas personas ya no están y me cuesta creer que vayan a volver cuando su dimisión ha sido tan reciente en el tiempo.
¿Que pasará entonces? ¿Apoyará el carnaval con el mínimo interés, esfuerzo y dedicación deseable el próximo equipo de gobierno?
¿Será liderada la organización del carnaval con ese enfoque de oposición política?, a pesar de haberle demostrado al equipo de gobierno anterior que esto de los carnavales es una bomba de relojería llena de sinsabores, motivados por la imposibilidad de incumplir promesas que van más allá de gustos personales de quien nos gobierna (mal que me pese, diré siempre que el martes no puede ser festivo por que lo diga un Decreto de Alcaldía sino por ser algo natural que el pueblo demanda), y lleno de gente que hoy te encumbran y mañana ni te miran (fue ciertamente desolador ver tantas sillas vacías el día de la actuación de Juana la Loca.
Yo, si estuviera en la oposición me pensaría muy mucho si merece la pena hacer política desde la fiesta, al menos de una manera evidente.
¿Y entonces? ¿que nos queda? Pues simplemente ser capaces de trabajar juntos con claridad, transparencia y desinteresadamente.
Lo ideal sería que fuésemos capaces de organizarnos para constituir una Federación que vele por nuestros intereses, pero desde la perspectiva del asesoramiento y apoyo creativo al ayuntamiento, pero sin ir más allá, sin meternos a organizadores de los actos (algo como hace la FALCAP en Badajoz). De este modo sería al ayuntamiento a quien le corresponda toda la organización de la fiesta, para bien o para mal. Si los resultados son buenos será el gobierno local quien se lleve los honores, de la misma manera que ellos serían responsables si la cosa sale mal. Así ocurre en el resto de la vida política municipal, ¿por que los carnavales iban a ser menos? Y después, a los 4 años, el pueblo será quien premie o castigue su gestión en las urnas.
Así de simple y así de claro, lo contrario es volver a meternos en camisas de once varas.
Ahora bien, ¿querrá el próximo equipo de gobierno trabajar así? ¿y los carnavaleros? ¿y la oposición? De momento es pronto para cuestionar esto, pero no tardemos mucho, que cuando menos nos demos cuenta ya estamos pensando en las cuartetas del próximo popurrí.