Lamentable espectáculo
Por mucho que lo intento no acabo de comprender a mucha gente del carnaval romano. ¿Pero como se sorprenden de que hayan suprimido el martes de carnaval como día festivo? ¿Acaso no se han dado cuenta de la reacción que ha tenido la ciudad sobre la peor feria de la historia? ¿Acaso no se han dado cuenta que la inmensa mayoría del pueblo ha echado gran parte de culpa del fracaso de la feria a la ausencia de un día festivo? Lo del martes de carnaval era la crónica de una muerte anunciada, y el que no lo ve así o es que tienen una venda en los así, o se engaña a si mismo o nos quiere engañar a los demás.
Seamos claros señores, esta ciudad tiene 55.000 habitantes, y el mundo del carnaval lo conforman tan solo unas 1.000 personas. El apoyo popular que tenemos es muy reducido como para ir exigiendo nada a ningún ayuntamiento (ni a este, ni a los de antes).
Lo más triste es que muchos incautos carnavaleros pensaban que al gobernar el partido socialista ya teníamos garantizado el día de fiesta y un presupuesto desorbitante, vamos que en los carnavales íbamos a atar los perros con longanizas.
Seamos sensatos, por favor, un equipo de gobierno de una ciudad debe velar por los intereses globales de una ciudad, y no anteponer gustos personales de sus gobernantes ni de minorías próximas.
La prueba la tenemos en nuestro caso. Muchos de los actuales dirigentes no confiesan en la religión católica y sin embargo mantienen la festividad de la patrona (que es netamente eclesiástica), pues saben que no pueden anteponer su opinión particular a la voluntad del pueblo. Esto afortunadamente es una de las bases de la democracia.
Dejémonos de tonterías, sobre si tamboradas ni peticiones de dimisiones que no se cree nadie. ¿Como el vicepresidente de la Asociación va a organizar una tamborada en su contra y va a pedir su dimisión como concejal?. ¡Pura pantomima!
Además todo este clima de discordia y enfrentamiento no trae nada bueno y lo único que nos llevaría es a crearnos menos simpatías por parte del pueblo de Mérida.
Tenemos mucho trabajo por delante. Sigo insistiendo en que hay que convertir que el carnaval no sea una fiesta de los carnavaleros, sino una fiesta más de toda la ciudad.
Para ello lo primer que habría que hacer es desvincularla de la política local, pues esta es una losa que venimos arrastrando desde hace casi 20 años y que está demostrado que lo único que nos aporta es negatividad.
El carnaval debe ser algo ajeno e independiente de tal o cual partido político, debe ser algo festivo y cultural que forme parte de la vida de la ciudad, y nada más.
Esa desvinculación política pasa ineludiblemente por que Luis Valiente deje definitivamente la asociación y centrarse en su faceta de concejal. Por supuesto esta ruptura debe ser amistosa, y seguir estableciendo la máxima colaboración y cooperación con el ayuntamiento, pero teniendo clara su independencia. En ningún caso la asociación de carnaval debe constituirse en ningún grupo de presión política.
A partir de ahí se debe trabajar por una estrategia que permita abrir el carnaval a la ciudad. Dar entrada a los colegios, asociaciones vecinales, centros de mayores, empresas, bares y cafeterías, grupos de teatro, etc. Hacer un programa atractivo a la ciudad que anime a participar, y no centrarnos en nosotros mismos.
Para ello se necesita gente fresca con ideas claras, que entienda la necesidad de dar este vuelco. Que sea capaz de afrontar esa nueva etapa, con transparencia y con voluntad de trabajar por nuevas ideas y retos, ambiciosos, realistas y sobre todo con sentido común.
A Andrés Madrigal nadie le puede negar su capacidad de trabajo y esfuerzo de todos estos años, pero debe valorar si su actitud es la que el carnaval necesita, mostrando su predisposición a la colaboración de muchos carnavaleros que pueden aportar ideas y de entidades y asociaciones de la ciudad que deberían involucrarse. Y sobre todo dispuesto a separar de una vez por todas el ayuntamiento de la asociación, o lo que es lo mismo la política del carnaval. Cada uno en su sitio, colaborando, pero con sus funciones y responsabilidades claramente separadas.
De lo contrario esto será más de lo mismo, es decir, una fiesta abocada a la mediocridad.
Seamos claros señores, esta ciudad tiene 55.000 habitantes, y el mundo del carnaval lo conforman tan solo unas 1.000 personas. El apoyo popular que tenemos es muy reducido como para ir exigiendo nada a ningún ayuntamiento (ni a este, ni a los de antes).
Lo más triste es que muchos incautos carnavaleros pensaban que al gobernar el partido socialista ya teníamos garantizado el día de fiesta y un presupuesto desorbitante, vamos que en los carnavales íbamos a atar los perros con longanizas.
Seamos sensatos, por favor, un equipo de gobierno de una ciudad debe velar por los intereses globales de una ciudad, y no anteponer gustos personales de sus gobernantes ni de minorías próximas.
La prueba la tenemos en nuestro caso. Muchos de los actuales dirigentes no confiesan en la religión católica y sin embargo mantienen la festividad de la patrona (que es netamente eclesiástica), pues saben que no pueden anteponer su opinión particular a la voluntad del pueblo. Esto afortunadamente es una de las bases de la democracia.
Dejémonos de tonterías, sobre si tamboradas ni peticiones de dimisiones que no se cree nadie. ¿Como el vicepresidente de la Asociación va a organizar una tamborada en su contra y va a pedir su dimisión como concejal?. ¡Pura pantomima!
Además todo este clima de discordia y enfrentamiento no trae nada bueno y lo único que nos llevaría es a crearnos menos simpatías por parte del pueblo de Mérida.
Tenemos mucho trabajo por delante. Sigo insistiendo en que hay que convertir que el carnaval no sea una fiesta de los carnavaleros, sino una fiesta más de toda la ciudad.
Para ello lo primer que habría que hacer es desvincularla de la política local, pues esta es una losa que venimos arrastrando desde hace casi 20 años y que está demostrado que lo único que nos aporta es negatividad.
El carnaval debe ser algo ajeno e independiente de tal o cual partido político, debe ser algo festivo y cultural que forme parte de la vida de la ciudad, y nada más.
Esa desvinculación política pasa ineludiblemente por que Luis Valiente deje definitivamente la asociación y centrarse en su faceta de concejal. Por supuesto esta ruptura debe ser amistosa, y seguir estableciendo la máxima colaboración y cooperación con el ayuntamiento, pero teniendo clara su independencia. En ningún caso la asociación de carnaval debe constituirse en ningún grupo de presión política.
A partir de ahí se debe trabajar por una estrategia que permita abrir el carnaval a la ciudad. Dar entrada a los colegios, asociaciones vecinales, centros de mayores, empresas, bares y cafeterías, grupos de teatro, etc. Hacer un programa atractivo a la ciudad que anime a participar, y no centrarnos en nosotros mismos.
Para ello se necesita gente fresca con ideas claras, que entienda la necesidad de dar este vuelco. Que sea capaz de afrontar esa nueva etapa, con transparencia y con voluntad de trabajar por nuevas ideas y retos, ambiciosos, realistas y sobre todo con sentido común.
A Andrés Madrigal nadie le puede negar su capacidad de trabajo y esfuerzo de todos estos años, pero debe valorar si su actitud es la que el carnaval necesita, mostrando su predisposición a la colaboración de muchos carnavaleros que pueden aportar ideas y de entidades y asociaciones de la ciudad que deberían involucrarse. Y sobre todo dispuesto a separar de una vez por todas el ayuntamiento de la asociación, o lo que es lo mismo la política del carnaval. Cada uno en su sitio, colaborando, pero con sus funciones y responsabilidades claramente separadas.
De lo contrario esto será más de lo mismo, es decir, una fiesta abocada a la mediocridad.